Os presentamos este magnífico artículo sobre Boris Vian publicado en La Razón por Toni Montesinos el 6 de septiembre, con motivo de la edición de su primera novela Vercoquin y el plancton, por primera vez en España, seguido de una reseña sobre Vian y el jazz por Javier de Cambra.

Boris Vian sin vergüenza
____________________________________________________La publicación en español del debut literario del escritor, Vercoquin y el placton (1947), retrata una época efervescente: música, alcohol y la noche con el sello del absurdo.
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El escritor humorístico, el músico amigo de los grandes del  jazz, el poeta travieso que concibe versos a modo de divertimento, el  provocador inofensivo que fue Boris Vian, ya aparece en potencia en su  primera novela, de la que ahora por fin aparece una traducción, Vercoquin y el plancton (1943). Según el mismo autor, perdón, el  individuo que firma el «Preludio», un tal Bison Ravi –Vian era  aficionado a firmar algunas de sus creaciones con seudónimo–, se trata  de una «obra magistral» que no es de carácter realista por cuanto no es  verdad todo lo que se cuenta, como no lo es, según insinúa, ninguna obra  asignada a la corriente del Realismo, cualquiera por ejemplo, de Émile  Zola. 
Así, en apenas una página, Vian ya  adelanta lo que va a ser su actitud  frente al arte: algo muy serio que  se toma a broma. Igual que la vida,  como se aprecia en su libro póstumo  «No me gustaría palmarla», que la  editorial Demipage publicó el año  pasado. Allí, Vian gustaba de los  juegos verbales, de la ironía para  consigo mismo, de un espíritu  infantil que nunca se separó de sus  escritos y que hoy, a nuestros ojos,  lo han convertido en un preciado  raro, en un entrañable maldito, en un  genio simpático que en su  momento, y como no podía ser de otra manera,  fue incomprendido e  incluso denostado por la crítica solemne e  inmisericorde.  El Mayor (personaje que volverá a aparecer  en otras de sus obras), para  celebrar sus veintiún años está  preparando una «surprise-party» en su  mansión de las afueras de París.  Espera la llegada de Zizanie de la  Houspignole, que viene acompañada de  un tipo que ha conocido pocos días  atrás, Fromental de Vercoquin.  Enseguida todos se ponen a bailar,  ocasión para que se sucedan diálogos  disparatados y descripciones  jocosas. Vian, como en su texto más  conocido, La  espuma de los días  (1946),  da rienda suelta a su verbo ágil y sin complejos narrativos, y  hace de  la realidad cercana –en su caso, el jazz, la sociedad francesa,  los  métodos de seducción del Mayor y de su ayudante, Antioche  Tambretambre,  bebedor y donjuán– un pretexto para escenificar el  absurdo. 
El baile y el absurdo
Habrá una segunda «surprise-party» y  un enamoramiento, y todo a partir  de una constante parodia-recreación  de los hábitos de una clase social  que vivió lo mejor y lo peor en  aquel periodo: la guerra y ocupación  alemanas, y la efervescencia de la  música, del alcohol y la noche. Un  tiempo que marca el apogeo de Vian,  pues en los años cuarenta se  licencia en ingeniería y publica sus  títulos más llamativos bajo  seudónimo: en 1947, Escupiré sobre vuestra  tumba –que firma con el   nombre de un escritor negro estadounidense que se inventa, Vernon   Sullivan, novela que será censurada por su contenido violento y sexual y   que le hará sufrir juicios y la reacción airada de los críticos   literarios– y Todos los muertos tienen la misma piel, y, en 1948, Que  se mueran los feos y Con las mujeres no hay manera.  Pero no sólo habrá  un Vian ingeniero y un Vian narrador, un Vian que se  relaciona con la  crema de la intelectualidad francesa (Sartre, Camus) y  un Vian  trompetista que llega a intimar con figuras como Duke Ellington   (padrino de su hija), Miles Davis y Charlie Parker; hombre curioso y   vital, pese a que una enfermedad en su infancia marque una salud   quebradiza y lo lleve a una muerte precoz, en los cincuenta Vian se   enrola en proyectos diferentes tras percibir que su narrativa sólo le   acarrea sinsabores: escribe una ópera titulada El caballero de las   nieves y graba un disco que también le deparará disgustos, pues una de   sus canciones se posicionaba en contra del servicio militar en una  etapa  complicada para Francia en sus relaciones con Argelia. Además,  hace de  actor en varias películas mientras ocupa el cargo de director  artístico  de la compañía discográfica Philips.
Este es a grandes rasgos el camino que anduvo Boris Vian, al que le sorprendió un ataque cardiaco, a los 39 años, mientras veía la adaptación de Escupiré sobre vuestra tumba en un cine cercano a los Campos Elíseos, el 23 de junio de 1959. La literatura de Vian, que se apartó de la creación literaria para ganarse la vida traduciendo obras de novela negra, no hallará juicios intermedios: el lector quedará entusiasmado por la extravagancia de sus relatos o el desenfado de sus poemas, o bien esa misma estética de encumbrar el surrealismo lo deje tan desconcertado que abandone la lectura, receloso por comprobar cómo determinadas rarezas pueden obtener prestigio artístico. Eso mismo puede ocurrir con Vercoquin y el plancton, y a la vez, todo buen conocedor literario no podrá por menos que estar de acuerdo con Julio Cortázar que, en un texto de 1979 dedicado al escritor y cineasta Gonzalo Suárez, hablaba de éste como de un hombre de «inteligencia irónica», que experimentó una «marginalidad deliberada allí donde la gran mayoría trabaja full-time»; de tal forma que, para que se vieran con mayor claridad estas virtudes, el argentino comparaba tales rasgos con la trayectoria de Boris Vian.
Con Moreau el Les liaisons dangereuses (1959)
Inutilidad en verso
Un carácter marginal que se materializa en  el Colegio de Patafísica de  cuya Subcomisión de las Soluciones  Imaginarias fue presidente Vian y  que, fundado en 1948, venía a ser  contrapunto hilarante de las academias  de arte y ciencias de París.  Así, basándose en las ideas vanguardistas  del poeta y dramaturgo Alfred  Jarry (1973-1907), los patafísicos crearon  esta «ciencia de las  soluciones imaginarias» que ponía el Absurdo como  fundamento  prioritario y que venía a ser, en suma, una «Sociedad de   Investigaciones Eruditas e Inútiles». Y eso fue la literatura para Vian,   búsqueda exquisita y grave, hallazgo del arte por el arte, sabrosa   inutilidad en forma de versos, cuentos y novelas que, una vez pasado el   tiempo, fuera de su contexto original, se ha aupado en los altares de  la  literatura más traducida, valorada y hasta idolatrada.
Saint-Tropez, devoir de vacances (1952)
Vian, prolífico guionista de cine, actuó en el documental Saint-Tropez, devoir de vacances, en Nuestra señora de París, sobre la novela de Victor Hugo donde interpretaba a un cardenal, en el cortometraje cómico Joconde (Palma de Oro en Cannes en 1958) y en Liaisons dangereuses, adaptación del libro de Choderlos de Laclos. Además, se adaptó su novela Escupiré sobre vuestra tumba y, ya muerto el autor, se llevaron a la gran pantalla La espuma de los días (una producción gala y otra japonesa, ambas de dudosa calidad), la novela La hierba roja y el relato Madison Blanca.Y aun así, la opinión generalizada es que las obras de Vian son inadaptables al lenguaje fílmico. Así lo expresó Charles Belmont en 1968, que debutó como director de cine con su fallida adaptación de La espuma de los días. Ha habido más intentos, pero todos mediocres, excepto el del cuento El lobo-hombre, concebido en forma de corto mudo de animación. Y quizá éste sea el modo certero de interpretar a un hombre como Vian: con silencio y en dibujos animados.
 Pierre Kast le dirigió en Le bel age (1960)
Pierre Kast le dirigió en Le bel age (1960)EXPRESARSE EN JAZZ
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de JAVIER DE CAMBRA
Si Oscar Wilde pudo jactarse de que en sus obras tan sólo había depositado su talento, mientras guardaba el genio para el arte de la vida, Boris Vian tuvo en el jazz su mayor pasión, su verdadera patria, su razón nada secreta. Así lo expresó con toda rotundidad en el prólogo a La espuma de los días: «Tan sólo dos cosas valen verdaderamente la pena: la música de Nueva Orleans y de Duke Ellington y cualquier forma de amor con bellas muchachas». Y su continuo cómplice e intérprete de muchas de sus canciones, Henri Salvador, atestiguó: «Boris Vian estaba enamorado del jazz, no vivía más que para el jazz, no escuchaba, no se expresaba más que en jazz».
«Sólo dos cosas valen la pena:
la música de Nueva Orleans y
Duke Ellington», dejó escrito.
Cuando Vian entrega a la imprenta Vercoquin y el Plancton en 1946, cuenta entre sus posesiones más preciadas con el carné de miembro del Hot Club de Francia fechado en 1937. Apenas tenía entonces diecisiete años. Había tocado la trompeta en las orquestas de Claude Léon y Claude Abadie y es en el mismo año de 1946 cuando inicia sus colaboraciones en la revista de referencia en Francia, Jazz Hot. Cuatro años más tarde, en 1950, se ve obligado, por prescripción facultativa, a dejar de soplar su trompeta de bolsillo o «trompineta», en su propio diccionario.
Pero desde entonces y hasta el final de sus días, Vian no se perderá un sólo concierto valioso en el París de la era de los clubes de jazz, de las «caves», ni del festival de verano en Niza. Y en una decena de publicaciones dejó las más bellas crónicas acerca de la música de su vida. En sus Escritos sobre el jazz (traducción al castellano en Ediciones Grech, 2 volúmenes aparecidos en 1981 y 1982) está mucho del mejor humor de Boris Vian (y de sus opiniones sobre el mundo), y muy pocas veces el jazz obtiene su ritmo en la palabra impresa como en sus desafíos con la prosa. Sus frases como centellas siguen en pie. Así, se puede referir a Errol Garner como «el pianista más romántico desde Chopin» y fulminar al trombonista Bill Harris, del que dijo: «Suena como suena porque se ha tragado una cabra mal criada». Y tan futurista como su narrativa, logra condición de visionario cuando en 1949 estampa: «De aquí a diez años, con los progresos de la electrónica, todos los instrumentos tendrán un teclado de piano». Boris Vian: el jazz desde el corazón.


 
 
1 comentario:
Interesante artículo, me ha gustado. He conocido a Vian recientemente pero aún no he leído "Vercoquin y el Plancton".
Saludos!
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