«Una mirada sensible y sarcástica»
«Antes de que Eugenides publicase Las vírgenes suicidas mostrando la dañina pervivencia de ciertos modos de la moral victoriana, estas vírgenes sabias ya metaforizaban su perversidad: las mujeres se erigen en tótem represivo y, al mismo tiempo, son las más vulnerables a la dolencia psicosomática y al corsé. Por eso, Woolf teme y compadece a las mujeres en la misma proporción, reproduciendo la dialéctica entre la víctima y el verdugo: intelectuales e integrados; él y ellas; Gwen, pueril y sensual, y Camilla, trasunto de Virginia Woolf, intelectualmente apasionada y frígida. Las construcciones psicológicas se entienden en función de los encuentros sociales que conforman los caracteres, os exoneran de una maldad individual y nos permiten verlos con gafas de cerca. Tras leer esta novela de aprendizaje, en clave y autobiográfica, protagonizada por un hombre, se acaba teniendo la misógina sensación de que el cazador ha sido cazado y el corruptor, corrompido, en el seno-materno, sexual, vecinal- de un lugar sin escapatoria. Woolf, con mirada sensible a lo feo, se ríe sarcásticamente de su superioridad y se fotografía como una marioneta engreída. Su prosa rezuma cierto odio encantador, cruel con la propia miopía soberbia, miopía y debilidad, pero especialmente punzante en el caso de Camilla, quien, por su necesidad apasionada de imaginar y su abulia erótica, es el frankenstein de una época que estimula la neurosis: la enfermedad de Virginia ya estaba ahí antes de eclosionar salvajemente y de transformar a la virgen sabia en virgen suicida.»
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