La revista Nuestro Tiempo, de la Universidad de Navarra, publica en su último número bimensual una entrevista a Enrique Redel con motivo de los dos años desde la fundación de Impedimenta.
«Enrique Redel: literatura como impedimenta»
Por Amaya Murazábal.
Hace dos años, en Mayo de 2007, el editor Enrique Redel se lanzó a componer su propio canon en forma del libros raros, preciosos y masculinos. Raros porque -por cuestión de negocio pero también de justicia literaria- se dedicó a rescatar joyas desconocidas u olvidadas. De ahí, por ejemplo, salió Stifter o De La Ville de Mirmont. Preciosos porque decidió editarlos con mimo idólatra: la ilustración ,el gramaje, incluso el olor son perfectos. Y masculinos, en fin, porque es difícil describir de otro modo libros que no pretenden -tal vez por decoro- una revolución moral, pero que a cambio exigen sillón orejero, puro en la mano y, preferentemente, un buen whisky y una cuidada flema. El resultado ha sido la editorial Impedimenta, Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural de 2008 junto a las otras seis casas -raras, preciosas, aunque menos flemáticas- que componen Contexto.
¿ Por qué Impedimenta?
Por una pequeña broma privada. Ante todo, me he visto siempre como un editor que cargo con libros. Libros gordos que paseo de forma constante con motivos pedrestres como poder esperar a alguien. Libros que incluso me han llevado a provocar problemas médicos.
¿Problemas médicos?
En el pulgar, por ejemplo. Tendinitis por sujetar ala página mientras leía y andaba por la calle. Son mi libros preferidos y mi impedimenta: un bagaje de guerra necesario para mi supervivencia que, a la vez, me hace avanzar más lenta y aparatosamente. Pero sin el que no podría vivir.
Lo de los editores es sufrir. ¿Por qué elegir esta profesión?
Más bien ella te elige. Parece que un escritor nace y, en cambio, un editor se hace, pero esto no es del todo así. Hay que llevar un poco de serie ser editor. Cuando encuentro un libro hermoso, no sólo veo lo bello que puede ser, sino el proceso de meter ese libro en el mercado y encajarlo en mi catálogo.
O sea, que hay mucho de intuición.
Obviamente, está la parte de los numeritos, que al principio no gusta pero que pronto se ve educada por la experiencia. Pero, por lo que conozco del resto de editores que se me parecen, todos tenemos una historia similar. Una querencia involuntaria.
¿Perfeccionada desde la Filología?
Desde la abogacía, ocmo muchos eidtores. Había que hacer algo útil para los padres, aunque a mí me gustaran los libros y los cómics. Pero, en cuanto empecé a trabajar en una editorial en 1999, me di cuenta de que había nacido para esto. Y me acordé de que ya en el pueblo de mis tíos hacía libros -los transcribía, los paginaba- para venderlos.
¿Le llevó este instinto para el negocio a ser cofundador de Contexto, la unión de siete editoriales independientes?
En parte sí. Pero Contexto es más una filosofía de acercamiento al libro. Cada uno de nosotros tiene su propio ámbito o gusto, pero todo lo tratamos con un mimo individualizado. Buscamos voces que sean un tesoro entre la grandilocuencia del mercado editorial actual. Y, en términos de negocio, nos tendemos puentes donde otros se ponen zancadillas. Hemos descubierto que que compensa pasarnos información, hacer coincidir publicaciones y compartir distribuidores.
La estrategia no ha ido mal, a juzgar por el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial y Cultural.
Así es. Nosotros no nos dirigimos al al lector de impulso sino al constante, y éste ha respondido. Me gusta pensar que tengo una editorial - francotirador.
¿Y a qué dispara?
El tiro se ha ido perfeccionando. Mi recuperación de obras fundamentales tiene que ver conmigo más que con la literatura en sí. No quiero, por ejemplo, publicar obras de la literatura azerbayana per se, sino rarezas de lectura curiosa de autores con voz auténtica. Tiene mucho de búsqueda y hallazgo de tesoros.
¿Se atreve a confesar un tesoro favorito?
Claro. Stanislaw Lem- Vacío perfecto, El hospital de la transfiguración- es un favorito, pero mi mejor hallazgo es os domingos de Jean Dézert, de De la Ville de Mirmont: un libro desconocido incluso en Francia que, sin embargo, es un "debe" del snob perfecto.
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