miércoles, 29 de abril de 2009

EL RIVAL DE PROMETEO en el ABCD DE LAS LETRAS


Luis Alberto de Cuenca dedica en el ABCD de las  Artes y las Letras un artículo completo a hablar- y por cierto que muy bien- sobre la edición de El rival de Prometeo, primer título de la recién estrenada colección  "El Panteón Portátil".

Criaturas artificiales, por Luis Alberto de Cuenca /26 de abril de 2009

«Impedimenta o Enrique Redel, que viene a ser lo mismo, estrena colección. Se llama «El Panteón Portátil de Impedimenta», tiene un diseño gráfico —como era de esperar— muy elegante y se inicia con una antología de textos sobre autómatas llevada a cabo por Marta Peirano y cuidada, con estupendas introducciones parciales a cada una de las cuatro partes del libro, por ella misma y por Sonia Bueno Gómez-Tejedor. El plan de la obra no puede ser más sugestivo, y ello a pesar de que el tiernísimo monstruo del Dr. Frankenstein, sin duda el androide más famoso de las letras universales, no aparece en el libro (a no dudar, porque abundan las ediciones de Frankenstein en el mercado). Recuerden el apodo que da Mary W. Shelley al creador de su androide, El moderno Prometeo.

Nuevos seres humanos. Ya saben ustedes que el titán Prometeo se hizo célebre por crear a los hombres, modelándolos con arcilla, y por robar el fuego de los dioses para entregárselo a lo mortales. El Dr. Frankenstein era, en el sentir de su inventora, una especie de Prometeo que iba a dar paso, por el procedimiento de juntar desperdicios de cadáveres y electromagnetismo en abundancia, a una nueva generación de seres humanos (o algo por el estilo). Pues bien, la hiperromántica novela de M. W. Shelley tuvo sus antecedentes y sus consecuentes. Prácticamente todos los que valen la pena constan en este delicioso florilegio de Impedimenta.

El pistoletazo de salida lo constituyen unos extractos del Tratado del hombre de Descartes, que, junto con la voz «Androide» de la Enciclopedia de Diderot y d´Alembert, la Relación sobre el mecanismo de un autómata de Vaucanson y unos fragmentos de El hombre máquina del materialista epicúreo Julien de la Mettrie, conforman la primera parte del libro, titulada «Las máquinas filosóficas». La segunda está centrada en la figura del Turco, famosísimo autómata de madera tallada, tocado con turbante y vestido a la oriental, que había construido el artesano húngaro Wolfgang von Kempelen para entretener a la emperatriz austríaca María Teresa, pues el tal Turco jugaba al ajedrez de modo magistral y no había rival que lograra ganarle en el tablero. Los textos relacionados con el Turco los firman W. Benjamin, Poe y Ambrose Bierce; también se rememora, en párrafos inolvidables, la partida jugada por el autómata frente a Napoleón, con la imagen del tablero y de las piezas en la posición del jaque mate.

Robots. En la tercera parte comparece ni más ni menos que uno de los fundadores de las letras fantásticas europeas, el alemán —nacido en Königsberg, en la Prusia Oriental, hoy territorio ruso (mal que nos pese)— E. T. A. Hoffmann, ofreciéndose íntegro su cuento «El hombre de la arena», protagonizado por Olimpia, la irresistible muñeca autómata. Junto a él, Sigmund Freud, de quien se presentan extractos de su fundamental ensayo Das Unheimliche, aquí traducido como Lo siniestro; el gran Villiers de l´Isle-Adam, con una selección de su novela La Eva futura, sobre la que tanto y tan bueno ha escrito Alicia Mariño, y la inefable Thea von Harbou, ferviente nazi y autora de Metrópolis, ficción que aparece aquí hábilmente extractada y sobre la que Fritz Lang, marido de Thea, realizó una de las mejores películas de la historia del cine.

La cuarta y última parte va de robots, con lo que no podía faltar el checo Karel Capek, que fue el primero en utilizar la palabra robot en su obra teatral R. U. R., de la que se ofrece, parcialmente, el acto I. Acompañan a Capek el autor de Erewhon, Samuel Butler (Darwin entre las máquinas), Isaac Asimov (Las tres leyes de la robótica), el lógico, matemático y criptógrafo inglés A. M. Turing (¿Puede pensar una máquina?) y el estadounidense, nacido en Wisconsin en 1944, Vernor Vinge (La singularidad). Permítanme que reproduzca un par de frases de este último trabajo: «Estamos en vísperas de un cambio comparable al surgimiento de la vida humana en la Tierra. La causa concreta de este cambio es la inminente creación, mediante la tecnología, de entidades con una inteligencia superior a la humana.» ¡Ahí queda eso!»

El rival de Prometeo es más que una mera antología sobre autómatas: representa y asume una reflexión colectiva sobre criaturas artificiales que constituye una aportación de enorme interés a un tema tan atractivo. Felicito de corazón a sus autoras por tan valioso trabajo. Estoy convencido de que al mismísimo Dr. Frankenstein también le hubiese gustado mucho este libro, aun a pesar de que su androide no figure en sus páginas.

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