Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) está considerado como uno de los puntales de su generación desde la publicación de su primera novela, «La música del mundo» (1995). Después, le siguieron «El mundo en
No sé lo que hecho realmente, pero no era mi intención hacer un pastiche, que es una especie de juego en el que te sientes superior. Yo escribo siempre usando una voz. Esta es mi voz china. O una voz china que me he inventado y que viene de mis lecturas.
P.: ¿Y los temas también han tenido que ser ‘chinos’?
A.I.: Sí, han tenido que ser chinos. Pero limitarse siempre es buenoy es útil. Siempre ayuda. Si no, te pierdes. Tú necesitas una rama para agarrarte a un sitio, pero yo no he sentido ninguna limitación. Todo lo que he escrito aquí son cosas que a mí me importan. Aunque supongo que el proceso creativo ha sido muy diferente a otros libros. Muy diferentes. Aquí los cuentos salían del tirón, pero no partía de unas imágenes previas. Éste fue un libro mucho más fácil de escribir, entre otras cosas porque no eran 500 páginas. Pero para mí, el proceso creativo en general es infernal.
A.I.: También, pero sobre todo porque cuando escribo una novela, no sé lo que estoy haciendo. No entiendo qué significa y tardo años en entenderlo. Es un gran sufrimiento. Un libro más breve, como éste, quizá podría ser un descanso o un experimento. Esta voz es diferente a todas las otras y a mí me interesahacer una literatura libre.
A.I.: Libre quiere decir que no se pierda, no que no tenga reglas. Que tiene que estar viva. Cuando escribes, tienes que estar vivo, tiene que haber vida dentro. Eso quiere decir que tú no puedes encerrarte. No podemos hacer algo que no tenga forma, pero la forma tiene que tener vida. Cuando la forma se solidifica, hay que cambiar.
A.I.: Duró lo que duró. De repente, noté que se cerraba y cuandose cerró, paré. Desde entonces, nunca he vuelto a escribir un cuento chino. Pero todo es así. Son regalos que uno recibe, duran lo que duran y se acaban. Cuando se acaban, sólo puedes esperar al siguiente regalo: el de la lucidez, el de sentir que estás vivo, el de comprender el lenguaje de tus imágenes.
A.I.: Yo creo que escribir puede dejar respuesta, pero cualquier actividad que hagas siempre
P.: Es decir, que un día podríamos ver que no hay más libros de Andrés Ibáñez y no significaría nada...
A.I.: Pues a lo mejor. El último texto sería el último cuento de este libro. De momento, he parado de escribir. Estoy cansado de pasarlo tan mal.
A.I.: No, no. Que no escribo. Que no estoy escribiendo.
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«Quizás sea mi último libro; estoy cansado de pasarlo tan mal»
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P.: ¿Tan mal lo ha pasado?
A.I.: Es un gran sufrimiento. Son años perdidos. Por ejemplo, llevo más de dos escribiendo una novela y ahora no sirve para nada, tengo que tirarla. Es terrible. Yo no quiero pasar más por eso. Y además, ¿para qué? ¿Para conseguir qué?
A.I.: No. Es el camino. Aunque hasta cierto punto. Hay algo muy misterioso y es algo que se nos escapa. Por eso es totalmente inútil. Por eso tienes que empezar a hacer algo
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«No entiendo qué significa escribir y tardo años en entenderlo»
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P.: ¿Y no bastaría con que alguien pensara que ha hecho algo importante?
A.I.: Pues no lo sé. Llevo años escribiendo novelas y estaba en una lucha constante. Pero para escribir no hay tiempo, no te dejan. Tienes que robarlo. Además, tengo que dar clases. Y sí, desde que he dejado de escribir, soy feliz.
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