martes, 27 de noviembre de 2007

«Santuario» en Público

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Recogemos la reseña de Magda Bandera realizada para

Público el 24 de Noviembre


El ‘Santuario’ de una escritora de culto

Por Magda Bandera

Se publica una historia inédita de la autora de ‘La edad de la inocencia’.

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La ambición y el precio que se está dispuesto a pagar por ella son el eje central de esta novela. Una trama de suspense sirve a Wharton para plantear la posibilidad de que ambición y debilidad sean hereditarias.

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«Resulta poco frecuente que

la juventud se permita

una felicidad perfecta.

Da la impresión de

que deben realizarse demasiadas

operaciones de selección y rechazo»

(Edith Wharton)

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AUTOR (A).

Hasta casarse a los 23 años, Edith Wharton se apellidó Newbold Jones y disfrutó de una cuidada educación. Las infidelidades de su marido trastornaron a esta neoyorquina nacida en 1862 hasta que decidió dejarle e instalarse definitivamente en Europa. Tras divorciarse, inició su etapa más fructífera. En 1920, publicó ‘La edad de la inocencia’. Por esta obra le concedieron el Premio Pulitzer en 1921, el mismo año en que se convirtió en la primera mujer nombrada Doctor Honoris Causa por la Universidad de Yale.


COMENTARIO.

MENTES Y MIEDOS TRANSPARENTES.


Tal como explica Marta Sanz en su prólogo, “Wharton observa el entorno como una científica social, lo analiza, lo cuantifica y lo cualifica”. Su intención es hacer transparentes las mentes de sus personajes . Para ello es precisa como un notario. En sus descripciones no sobra una palabra, nada parece superfluo, y de ese modo logra un ritmo que acrecienta el grado de suspense.

¿Serán los protagonistas capaces de vencer sus inseguridades? ¿Qué pesará más en ellos, la ambición y la aparente imposición social de lograr el éxito o la honradez y la honestidad?

Esta lucha, tan contemporánea, se expresa en Wharton a través de los pequeños detalles, mediante recursos jamesianos -no en vano Henry James fue uno de sus maestros y, sobre todo, un “amigo”-. Quizá por ello, asumía con dignidad la condena de ser comparada con él hasta la saciedad. Otro tormento para la autora de ‘La casa de la alegría’ fue ser reducida a la categoría de escritora “costumbrista” por quienes envidiaron su prosa, admirada públicamente por Francis Scott Fitzgerald, Jean Cocteau, Ernest Hemingway y el propio James. Esa simplificación de su obra resulta sorprendente para quien queda atrapado por la capacidad de Wharton para recrear psicologías complejas y fácilmente reconocibles más allá de sus circunstancias.

Especialmente interesante resulta la construcción de la Kate madura que afronta la maternidad desde la generosidad y el respeto a un hijo al que adora y teme. Y ahí es, precisamente, donde Wharton, que nunca fue madre, demuestra sus mayores dotes literarias.


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