viernes, 9 de abril de 2010

Reseña de 'La hija de Robert Poste' en El País.


En La comunidad de ElPaís.com encontramos una reseña, escrita el 17 de marzo por Corto Cortés, sobre la obra de Stella Gibbons 'La hija de Robert Poste' publicada por Impedimenta el pasado mes de febrero.

LA HIJA DE ROBERT POSTE: Stella Gibbons



Si usted, improbable lector, es un entendido en literatura inglesa del siglo XVIII y XIX léase la nota del traductor y el prologo antes de leer esta novela. En caso contrario no lo haga, léalos una vez terminada. Se lo digo porque este libro es muy divertido, se lee con facilidad y a una persona de cultura media, como yo, le es fácil pillar las ironías y segundas intenciones contenidas en él. La nota del traductor asusta y parece que solo sabiendo mucho de literatura inglesa se va a entender la novela.

Flora Poste, con 19 años, se acaba de quedar huérfana. No lo siente demasiado porque sus padres no pasaban mucho por casa. Está viviendo con su amiga, la señorita Smiling, y le cuenta que sus planes no tienen nada que ver con trabajar y ganarse el sustento. Flora recibe únicamente 100 libras mensuales, solo eso le ha quedado de la herencia de sus padres. Decide que va a mandar cartas a sus parientes para que la acepten en su casa y así vivir de gorra toda su vida. Solo dentro de 30 años empezará a escribir una novela y mientras recopilará información para ese libro. Lo tiene todo muy claro.

Flora quiere, como en los libros de Jane Austen, que todo esté ordenado y todos sean amables a su alrededor.

En la página 27 Flora cuenta que en el colegio interno la maestra le preguntó un día por qué no quería participar en los deportes como las otras chicas, por qué se esforzaba tan poco y con su respuesta describe sus intenciones en la vida:


Así que le dije que, bueno, la verdad era que no estaba muy segura, pero que en términos generales me gustaría que todo a mi alrededor estuviera ordenado y tranquilo y que no me molestaran mandándome hacer cosas, y poder reírme con la clase de chistes que otras personas no consideran en absoluto divertidos, y que no me pidieran expresar opiniones sobre cualquier cosa (como el amor, y “¿no te parece fulanita un tanto peculiar?”).

Flora escribe cuatro cartas a sus familiares más cercanos. Después de recibir las respuestas se decide por la granja Cold Comfort de los Starkadder. Su tía Judith le habla de unos derechos que Flora no conocía y que podría reclamar. Flora acude intrigada.

El choque entre las costumbres de Flora, una chica de ciudad bien educada y los habitantes de la granja, bastante asilvestrados, es brutal. La familia está formada por la tía Judith y el tío Amos y sus hijos Seth, Elfine y Reuben.

Lo primero que le ocurre en la granja es el parto de la criada que cada primavera, a causa del “florecer de la parravirgen” queda embarazada. Ya va por el cuarto niño y, claro, “no se puede obrar contra la naturaleza”. Flora la introduce en las “artes de la contracepción”.

Los miembros de la familia Starkadder son todos muy peculiares

Pág. 124

Frustrado Reuben entró.

Se quedó de pie junto a la mesa, enfrente de Flora, soplando pesadamente el té y con la mirada clavada en la joven. A Flora no le importó. Resultaba bastante curioso: era como tomar el té con un rinoceronte. Además, en alguna medida, sentía bastante lástima por él. Entre todos los Starkadder, parecía como si a Reuben le hubieran correspondido los desperdicios emocionales de la vida. Después de todo, a cada uno de los miembros de la familia le había caído en suerte algún tipo de pasión. Amos tenía la religión, y Judith la pasión por Seth; la de Adam (el empleado de la finca) era la crianza de sus animales, y Elfine disfrutaba de la suya bailando y correteando por las colinas entre la niebla, ataviada con aquel abrigo verde tan raro, mientras que Seth, por su parte, se entregaba a sus enredos con las mujeres. Pero Reuben, simplemente, parecía que no tenía pasión por nada.

Me parece divertido como la autora resalta el contraste entre Flora, limpia y siempre con el control de sus actos, y sus primos sucios y arrastrados por sus pasiones. Veo en ello una auto-burla de esa forma de ser de muchos ingleses cuando se comparan con los latinos.

Un personaje que cobra importancia en la segunda parte de la novela es la tía Ada, la abuela. Una de sus funciones es el “Recuento” anual:

Pág. 262

- ¿Qué demonios es eso del “Recuento”?- dijo Flora malhumorada, mientras cruzaba el patio-. ¿Y por qué, en nombre de todo lo que no se puede nombrar, hay que hacer el maldito “Recuento a la una y media de la madrugada?

- Es el registro familiar; la abuela lo hace todos los años. Verás…todos nosotros, los Starkadder, somos una gente algo…problemática. Nos tiramos los unos a los otros a los pozos. Algunos se mueren al nacer. Y hay otros que se mueren por la bebida o que se vuelven locos. Y es que somos un montón, nosotros, digo. Es difícil llevar la cuenta. Así que una vez al año la abuela baja y hace una reunión, que llamamos el Recuento, y ella nos cuenta a todos para ver cuántos de nosotros nos hemos muerto en el último año.

La abuela pasa la segunda parte de la novela repitiendo; “¡Vi algo sucio en la leñera!”

Hay también un escritor un tanto estrambótico llamado Mybug (mi parásito) [que según el traductor es una burla de T.H. Lawrence] que tiene teorías como que Cumbres borrascosas no lo escribió Emily Brontë, sino su hermano, porque: “ninguna mujer podría escribir algo tan bueno”.

Amos, el padre de la familia, predica dos veces por semana en la “Hermandad de los Benditos Estremecimientos” y cuando ve a Flora hablando con el escritor en una taberna directamente la llama “prostituta”. Todo un caballero, el tío Amos.

La novela permite una lectura relajada y divertida pero yo soy un pesado y he investigado la vida de la autora. Stella Gibbons (Londres 1902-1989), escritora poeta y periodista, tuvo una infancia desgraciada a causa del espíritu violento de su padre: “Un mal hombre pero un buen médico”, que pegaba a su madre, le era infiel y llegó a lanzarle un cuchillo. Además abusaba del láudano y el whisky y fantaseó con el suicidio. Esto me lleva a pensar que esta novela fue un desahogo de la señora Gibbons. A través de sus personajes sacó sus demonios familiares y quizás gracias a ese psicoanálisis literario pudo vivir feliz junto a su marido, el actor y cantante Allan Webb, toda su vida. Pero esto, claro, son suposiciones mías.

Esta novela es una maravilla aunque sea leída en fotocopias. Pero tenemos la suerte de que ha sido publicada por Impedimenta. Esta editorial lleva años sacando los libros más elegantes y mejor editados del mercado español. Si tiene en sus manos un libro de Impedimenta lo mejor que puede hacer es leerlo, pero además se pueden hacer más cosas. Una de las más divertidas es desnudarlo. Si, desnudarlo. Puede quitarle la cubierta y verán que la portada es aun más bonita. Para un fetichista de los libros -confieso, lo soy- no hay nada mejor que una buena edición. Eso nos trae Impedimenta.


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