Carlos Pardo nos habla del «humor juguetón del moralista Soseki» en su obra «Botchan»
«El internado nunca fue divertido»
Se publica «Botchan», una de las obras maestras
de la literatura nipona
de la literatura nipona
Por Carlos Pardo
El escritor Natsume Soseki es uno de los principales impulsores -y quizá el más universal- de la novela moderna nipona, escrita en los años de apertura a Occidente conocidos como la época Meiji.
SÍNTESIS. Botchan, «niño bonito o niño mimado», es un hombre sin cualidades: un poco despreciable, impulsivo y alelado. Nos cuenta en primera persona sus estancia en una pequeña ciudad de provincias, «en los confines de la civilización», a donde marcha tras la muerte de sus padres para ser profesor de un colegio. Es decir, para tratar con profesores vanidosos y alumnos brutos que le harán la vida imposible. ¿O se la hace él solito?
Una novela desternillante que parece reinventarse según se lee.
LA CITA.
«Es más, las mismas escuelas deberían
enseñarte a mentir mejor, a desconfiar
de los demás y a tomarle el pelo a la gente.
¿No sería mejor así?»
«Es más, las mismas escuelas deberían
enseñarte a mentir mejor, a desconfiar
de los demás y a tomarle el pelo a la gente.
¿No sería mejor así?»
EL AUTOR. Natsume Soseki (sinuoso), seudónimo de Natsume Kinnosuke (1867-1916), escribió algunas de las obras más significativas de la literatura nipona y, sin duda, de la literatura universal. De sus estudios en Inglaterra le quedó un desprecio por aquel país y un amor por la literatura occidental más satírica.
Desde su primera novela, «Yo, el gato» (1905), narrada por un felino con complejo de «súpergato» nietzcheano, hasta su obra de madurez «Kokoro», crónica de la culpa, Soseki universalizó los personajes más ridículos.
COMENTARIO. Ingenuidad con mucha mala leche. «Botchan» es una de las novelas más populares de Japón, leída en colegios, convertida en cómic manga y asimilada como arquetipo nacional. Y no es exagerado decir que este antihéroe, un poco tonto, figura entre los personajes literarios más sugerentes de la literatura universal. Sus parientes literarios de occidente los conocemos: tiene algo de Sancho y de Don Quijote, de Jacques el fatalista, de Jakib von Gunten, de Holden Caulfield, de Novita...
Pero Soseki, con su habilidad para crear personajes impregnados de ternura -fracasados lúcidos e irascibles como los protagonistas de sus novelas traducidas al castellano («Yo, el gato», «La puerta» o «Kokoro»)- es absolutamente personal. El estilo sarcástico y las disgresiones, los saltos de un tema a otro, del arte a los fideos, son absolutamente Soseki. En su aprendizaje -o desaprendizaje- de la vida en un colegio perdido en una pequeña ciudad de provincias, Botchan desvelará ingenuamente las vanidades de sus compañeros profesores, la ruindad de los vecinos, la crueldad de los alumnos y sus perrerías. He dicho ingenuamente, pero deb añadir, con mucha mala leche. Nada se escapa al humor juguetón del moralista Soseki: los «haikus», la pintura moderna, las modas existenciales y la ancestral tradición nipona. Humor, una finísima ironía que nos hace dudar del propio narrador, ternura hasta en las caricaturas del resto de los personajes de la novela y un estilo siempre reconocible para este clásico por fin traducido, y que se lee muy bien en la versión al castellano de José Pazo.
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